Epitafio frente al Océano

EN MEMORIA DE

Sebastián Vulmén


"Con añoranza observo,
el atardecer dorado antes del negro.
Solo, en mi tumba, mientras la luz se va,
sin más compañía que la espuma del mar."

RIP



Todas las flores florecen después de la tormenta.


Grises, los jirones de su piel caían como copos de nieve: pájaros sin alas.
En las palmas de sus manos, áridas,  se desvanecía el color ocre; y sus ojos, sombríos, pesaban sobre el gotelé.
Las orillas de sus labios agrietados ya no descosían los puntos de sutura, ya no sonreían.
Y el puño de sangre que le ataba a la vida, rendido, goteaba…

Qué pulcra era su figura esbelta, tan delicada, fundida en una cama, del color mismo de las paredes frías.
Las lágrimas se confundían, y desbordaban sus órganos, en vez de sus lacrimales.
Impulsos nerviosos color melocotón golpeaban de vez en cuando sus mejillas, devolviéndole su olvidado color.

¿Qué fue de su fuerza de araña, de su luna? ¿Qué fue de su primavera?

Que no sienta temor, yo le observo desde el otro lado de las nubes, sentada en un arcoíris, esperando que vuelva cuando termine su tormenta.
Siempre llueve sobre los valientes, sobre quien no teme empaparse.
Que no dude, yo seré su abrigo.

Y florecerán de nuevo sus pétalos rosados, y sus espinas volverán a ser letales.
Que no tema, volverá a caminar bajo esta atmósfera celeste.



Yo con mis sombras I


Me acompañan las voces que claman desde la sombra:
Nunca nos hemos marchado.

¿No has visto mi pobre cuerpo?
No ves nada, estás cegado...
Me he caído, he sido derrotado,
y tu sigues en pie,
Sobre otro hombre calcinado.

Otro hombre muerto en vano.

¿Tengo que abrirme en dos
para que veas mi dolor?
¿No te basta el crujir de mis huesos
entre los dientes de esta bestia descomunal?

Es un demonio ancestral, de los tiempos del Dios vivo.

Pero ahora ese Dios está muerto,
entre todos lo hemos devorado.

Tomad, y comédmela todos a mí”

Pero ahora
que he caído y he sido derrotado
ya no estoy cansado,
(te has dormido)
me he levantado.

Que no te ciegue la ilusión.

¿Importa acaso?
Ni siquiera leo
lo que he escrito antes,
el camino se hace caminando.

Sin mirar atrás, sin seguir rutas o atajos.

Adiós, ayer te veo,
mañana tocaréis a muerto.

Suenan las campanas en un valle eterno, verde y calmo. No queda de ti más que tela, hueso y algo blanco. No importa lo que hagas, no podrás evitarlo. Nada importa, los errores no tienen solución. Los errores sin solución no existen, son solo hechos. El pasado no existe, no es bueno o malo. No existe el tiempo, es solo un engaño, la vida es eterna, el viento golpea las paredes del valle, el agua azul de la mañana, el cielo siguen ahí y después de que tú ya te hayas marchado, todo sigue, te recuerdan las campanas,los demás te han olvidado, no queda nada, solo un rumor apagado...










Finales = Principios

Este es el final de la poesía rápida.

Este es el principio de la poesía otra.

Diálogo


Habla SV:

Arde fuego en mi boca
en mis manos y mi cabeza
y caen los rayos a mi alrededor.

Trabajo duro por no quemarme
es bastante
es difícil no ser arrogante
¡soy un dios!
Y mi mente vuestro infierno.

Me abro con grandes finales,
no me sacude el viento,
soy profundo como la noche.
Blanco como la luna,
solo conozco la vida,
soy inmortal.

Soy pura ilusión, pura mentira...
Engáñate,
hola, es un placer.

¿Notas el cañón en tu paladar?
Vete, vete
¡Adiós!
Húndete en mi infierno.



Habla AC:

Pobre asesino
¿no sientes mi asco?
Careces del don.

No ves
ese ardiente poder
que mi palabra tiene.

Pobre asesino
¿no te gusta
el color del amanecer?
Es más puro que toda tu maldad.



Habla SV,
que ahora es mortal:

No me importas
no llega a mí tu poder
húndete en mi infierno.

Si no escupo tus palabras
seré un superviviente.
No eres un vidente ¡Morirás como yo!



Habla AC,
que ahora es vidente:

No me importa el cuchillo que pesa sobre mi cuello, pues no eres tú quien lo hunde, cobarde dios muerto, sucio como la vida, blanco es tu infierno. Soy hijo de mis hijos, soy producto de mí mismo. Soy genio de lengua dorada, y belleza inalcanzable, polvo mundano y corazón de ave. Todos hemos de morir por nuestras manos, pues no somos nacimiento, somos muerte, lenta muerte. No nos definen nuestros padres, ni el día en que llegamos a este mundo, sino nuestra muerte, el último día. Allí, en el último segundo, sabrás quién eres.



Habla SV,
que peregrina en busca de sí mismo:

¿No es ahora, entonces,
toda vida una estupidez?

Camino que no vas a ninguna parte
si Dios está ahí ¿por qué nos hace vivir?

Si es para elegir, me sobra libertad.
Pecaré contra ti, “Señor”.



Habla AC,
maestro del pecado:

No lo has comprendido,
debes cegarte
para ver
pero no ser visto.



Habla SV,
con conocimiento:

Pero nadie te ha Olvidado.



Habla AC
(o tal vez solo lo he soñado)

Claro que no.
Se que tú me sigues hablando.




Sin Título ni Significado.


La lluvia ha viajado
desde muy lejos hasta mi corazón
enterrado entre mis costillas,
siete años,
amores perdidos
y vientos olvidados.

He flotado en el aire,
sentido el alma de los caminantes
y ¿Sabes qué?
A ninguno lo amé
como a ti te amé.

Te he dado las gracias
este es mi adiós,
tú ya me has olvidado
No me importa...
seguiré andando.

Carecen de sentido
estos versos rancios...
¡Basta de gilipolleces,
idiota romántico!



Larvas.

Cuervos y, sobre todo, palomas, condensan el estómago sangrante del gran gusano subterráneo.
Un colibrí desorientado se desliza contra su voluntad  por el interior del intestino, chocando contra las paredes viscosas de éste; y con el resto de pájaros carroñeros.

Las palomas, que caminan con las alas cerradas, dormidas y podridas, picotean al gusano, aferrándose a él como si de un manjar se tratase. El gusano las lleva hacia aquellos lugares que, si por sus alas fuese, jamás conocerían.

Los cuervos son diferentes. Están allí, pero en menor número. No llega a desagradarles el olor húmedo del gusano, pero no se atreven a rozarle. Sus alas, coloreadas de un negro elegante, han surcado cielos a poca altura y han visto las nubes a escasos metros de sus picos; siempre antes de esquivarlas con cobardía.

Y el colibrí... el pequeño colibrí no sabe qué hace allí. Él ha habitado nubes grises y ha volado hasta fracturarse las alas; siempre para conocer otros cielos, para huir de los gusanos.
Sin embargo, ¿de qué le ha servido perfeccionar su vuelo, pulir sus alas? Si al final ha ido a parar al mismo estercolero cárnico que los cuervos y, peor, que las palomas.

El único que ha buscado la felicidad es el colibrí y es, allí dentro, el único que está triste.

Ha decidido arrancarse las plumas y aceptar el órgano podrido en el que vive.


La invisible

Tras el resurgimiento de los Poetas, me incorporo yo al elenco.
Yo, la piedra angular de este blog. Invisible, quizá no volveré a escribir más entradas, pero estaré ahí siempre.
Invisible, pero visible.
En las sombras, pero dando luz.

Islas del Oeste


No sé cómo decir lo que siento, busco la manera, y comprendo que ese es todo mi sentimiento. Soy un triste aventurero, vagabundo en tierra de nadie. Me abro paso entre plantas silenciosas, machete en mano, corte a corte, su sangre verde mancha mis altas botas y mi abrigo largo.

Templos paganos se alzan en las islas de los piratas... el oeste en la proa y el norte sobre mi cabeza ¡El barco tocó fondo, y los peces se enredan entre mis cabellos!

Adam Bonny, así me aclaman mis hombres. Mi amado me llama Anne, y para vos no seré más que la Hundido.

No queda más de mi historia que el sobrenombre de un fantasma, rojo como la sangre, como una nube roja al atardecer.

Recuerdo cómo le amaba, antes de que lo colgaran como a un perro y su cuerpo se secara al sol... no quedó nada que amar, su pellejo era duro y sus huesos amarilleaban entre sus ropajes.

Te amaba, Rey Pirata, juntos surcamos el mar y nuestras almas el cielo naranja.

No sabías del sufrimiento, ni del amor a lo que brotaría de mis entrañas... maldigo a tu captor, al Rey Inglés y su cazador.

No buscabas la libertad, ni el tesoro de las Bahamas, pues de ambos tenías para hundir mil barcos.

Buscabas mi alma.

Rey Profeta, Dios... Líbrame de mi cuerpo, líbrame de mis males: quiero ser otro y otra.

¿Recuerdas cuando bajábamos a las islas y gastábamos el dinero que ninguno de los dos tenía? Yo era la Tempestad, no la Hundido...

No mostraste compasión, me liberaste, y mataste a mi padre. “¡Y asesinaremos a todo aquél que no podamos arrastrar al mar!”

Busco ser yo... te necesito ¿nadie me puede llevar al mar? Quiero oler la sal...

Ahora soy Hundido; estoy aquí, puta de bar, ni noble ni pirata, sacio a ricos y pobres.

Soy un cuerpo náufrago de vuestro mar.



Mi costilla.


Sentí el peso ligero de un cuerpo de mujer brotando sobre mi torso; cálido, pulcro.
Rozaba mis costillas con sus labios de terciopelo. Yo, febril, lloraba.
Las sábanas cubrían algún fragmento de mis piernas y mis pies helados; el resto de mi miserable ser se hallaba a la deriva, suplicando clemencia.
Mis dedos, asustados, trataban de no tropezar con la doncella que allí yacía, sobre mí. Mas ambos cuerpos ya eran sólo uno.

Despierto entre acordes.
Asustada.
Tengo miedo.
El deseo más agresivo es, ahora, la aspiración más pura.
Ella, pálida, noble, ahora es libre.
Inocente, se siente intacta.
Y yo, confusa; ella, mi musa.
¡Vuelve!

A las nubes de su pelo, a sus barcos de papel, a sus pómulos rosados, a su vestido de flores. Quiero volver.
A sus tobillos delgados, a sus huesos, a sus sueños.
¡Vuelve, mi lira!

Vuelve a brotar sobre mí.




Retrato





No soy más que la oscuridad de la oscuridad.


Ninguna Parte


Canto desde ninguna parte
¿Podrá alguien oír mi voz?
Este es un desierto despiadado,
esta puta ciudad, sangre sin corazón.

Estoy vivo, ¿no?
Tal vez sea el único.

La fuerza flaquea,
se pierde mi voz en la obscuridad.
Desde lo alto a los infiernos
toma mis manos, sube conmigo.

No te preocupes, tal vez salga el sol,
pero vivamos ahora
en la noche y el día.

No me importa que nadie me oiga, el mundo está siempre sordo.
No me preocupa perder la música, disfrutaré ahora de mi propio ritmo.

¿Ves esta mancha?
Acaba de aparecer a mis pies...
vomito mi ser con mis palabras.

Dulce sabor en mis labios,
sobria ebriedad de un hombre insalubre.




The Rising

Las ideas no mueren. Los cuerpos mortales se arrastran por los andenes y trepan por las escaleras mecánicas,  pero las ideas nunca mueren.


¡Vamos!


¡Es el resurgimiento!
Y se alza sobre el horizonte
y no importa quién nos acompañe, seremos libres
en el nuevo nacimiento.

Llegó el momento
del gran alzamiento.

Me he desangrado por morderme la lengua, soy un muerto en vida, mudo y con una libreta.

Soy un hombre libre, descubro mi desnuda fealdad librándome de la librea. Un salvaje, un maldito... ¡Inmortal!

No hay nada frente a mí
salvo un campo seco
en el centro de la oscuridad

Pierdo mis huesos
caminando sin parar,
nada puede detenerme.


Cargo a mis hombros
el ser de los perdidos
y ante el descubrimiento de mi libertad
alzo las manos con júbilo y felicidad.
Espíritus muertos ¡Alzaos!
Poetas de alma clara ¡levantaos! tomad vuestras plumas.
Escribid nuestra historia.

¡Sois el mundo!



¡ Bienvenidos al resurgimiento!





La muerte de los Poetas Subterráneos

El final... al final, ha llegado.

Es el fin de los poetas subterráneos.

Yo, Sebastián, derrotado por la vergüenza. Rose por su propia poesía, y Betty perdida por el tiempo...

¿Donde quedó nuestra fuerza?

Nada ya queda, del amor o de la absenta. Por los poetas pasados ¡malditos! mi mente es puro delirio...

No era una gran pretensión, escribir bien a cambio de no amar más... ¿acaso era el deseo de un dios?

Adiós.

Me lanzo ahora a la negrura. Futuro corto, caída breve. Solo quedarán de Vulmén mis vísceras aplastadas contra las vías.

Llegó el momento.

Los Poetas Subterráneos han muerto.





Final de la Obertura

El final es lo que ya no es.

No hay finales. Lo finales son tristes, a nadie le gustan los finales. Ayer comí una tarta y tuve un orgasmo, y lo único que no me agradó de ambas cosas fue su final. Acordemos la no existencia de los finales, y todos seremos más felices.

La muerte es el final... si, en cuanto a que no es, ¿Y que es lo que no es sino nada? ¡Cuantas lagrimas por nada!

Los principios están bien. Me encantan los principios. Incluso el principio del dolor es agradable, y un pellizco breve puede ser el mayor placer del mundo.

Los principios son fabulosos. Cuando empiezan las cosas no puedes valorarlas. Te dices a ti mismo "vamos a dejar que siga, a ver que pasa...". Entonces no debes preocuparte por nada, y es cuando las cosas se disfrutan de verdad.

El principio de los finales, el final de los principios. Este es el final del principio, que no es sino el principio de un eterno final... lleno de principios, porque los principios son algo que merece la pena probar.


Es esta la obertura de los poetas subterráneos. Recemos por un principio sin final.




Padre Nuestro.




Despedida.

Se acabó la poesía.
Se acabó porque dejo de existir.
Dejo de ser Rose Lowell, dejo de ser poetisa.
Dejo de mirar la luna con estos ojos, y de hablar con estos labios. Dejo  de sentirme triste.
Dejo de viajar en metro. Dejo de leer "La deshumanización del arte"; y de pasar dos de cada tres noches en vela.
Dejo de dibujar y de escuchar a Patrick Wolf. Dejo de ser amiga de mis amigos.
Se acabaron los paseos por Madrid, y la alergia en primavera.
Por supuesto, no habrá más dolor en mis costillas, ni más griestas en mis manos.

Se acabó ser quien soy.
Se acabó ser yo y mis circunstancias.

Ahora, yo seré la luna, y las palabras. Seré la tristeza misma.
Seré el vagón de metro y sus gusanos. Seré arte deshumanizado, y el insomnio en estado puro.
Seré un dibujo a carboncillo (muy oscuro); seré Oblivión. Seré amistad.
Seré Madrid y la primavera.
Seré dolor, seré una grieta.


Porque yo soy tú; y tú ya no eres:
Yo ya no soy.




Carta a Ele


Me acusan de tener un idioma vulgar...

La lluvia caía sin cesar.

Un hombre de boina negra leía el periódico, y el agua desteñía las noticias grises, convirtiéndolas en un arco iris magenta y azul.

Primero una gota, como la lagrima de un niño, se deslizó de la pagina al suelo. Allí dejo un sucio charco negro. Después cayó otra, y una más a los pocos segundos. Las gotas crecieron, en número y frecuencia, e igual lo hizo el charco en el suelo.

Y de pronto, sin previo aviso, brotó una cascada irisada de un titular de economía.

El viejo soltó asustado el periódico. Calló al suelo, y con mil salpicaduras infinitesimales, el chorro ganó en fuerza. La gravedad dejó de importarle, y como una niebla purpura y negra se extendió por toda la calle. Era digno de ser visto.

Asomo su tez clara el sol entre las nubes, y el resultado fue espectacular. La nube translúcida se vistió de mil reflejos difusos, como el aceite de los coches deslizándose por los charcos calle abajo.

Y creció. Creció hasta llenar las tiendas en los bajos. Pero no se conformó, no le pareció demasiado.

Con minúsculas prolongaciones venosas y multicolores trepó por las fachadas. Se extendió por las casas, y cruzó todos los umbrales. Del sótano en el que una mujer vivía conectada a una máquina a la buhardilla en la que un escritor
se devanaba los sesos
en busca de nuevos versos.

Sin pausa ni reposo, cruzo por el salón en el que una viuda y su marido tomaban una infusión, por el cuarto de un niño agobiado por los deberes, por la habitación de una joven pianista encorsetada y por la cocina de dos amantes que fornicaban.





¿Que aburrido no? ¡Que cruel vacío! ¡La lengua académica es una puta! No me pagan por usar palabras bonitas. En realidad, no me pagan una mierda. Esto lo hago por gusto... ¿Por gusto? Tal vez el disgusto sea la causa, y escribirlo el gusto de soltar mi lengua de sus ataduras.

No dejaré que nadie le pellizque los pezones a mis palabras. Busca palabras malsonantes y faltas de ortografía si te excita... a mi no me pone nada. Para mi un buen texto es el que expresa las cosas con las palabras justas y exactas, que ni saca pecho, mete tripa o se toca la picha. ¿Que me importa cómo escriba?

Yo no escribo, yo hablo.

Reflexiono, imagino y canto. Pero no en otro orden. ¿Para qué? Eso es perder el tiempo, es una cobardía. No sé que voy a decir en el próximo párrafo... ¡Lo sabré cuando lo escriba!

Tal vez una despedida...

¡Con Dios!









PS: Crítica audaz, mis disculpas. Reconozco que a veces soy un poco temperamental... Pero no pretendo ofenderte, lo sabes bien. Nada más me hizo gracia tu crítica, y por eso escribí esto, burlándome un poco de mi mismo. No te des por aludida.

PSS: Para quienes no conozcan el Blog de Ele...

sum ego et vos


- Tengo que decirte algo.

+ ... (Sus ojos se tornan grises y adoptan una posición ovalada semejante a una mueca de tristeza en los labios).

- Te quiero.

+ Y yo.

- Pero yo te quiero para siempre.

+ Para siempre es mucho tiempo.

- Pero esque yo soy quererte.

+ No entiendo...

- De todos los poemas que he escrito con estas manos agrietadas que se me duermen cada dos por tres, los únicos que tienen contenido o existencia son lo que hablan de ti.
He escrito acerca del amor, y jamás lo he visto. He rimado la amistad, y nunca la he tocado. Tengo poemas que hablan del tiempo y no tengo una percepción tangible de él. He hablado de la muerte y nunca experimentaré la sensación de estar muerta.
Pero tú.. tú existes. Tú estás aquí. He rozado tus costillas y he besado tus muñecas; he entrelazado tus manos con las mias y he arrancado alguna de tus pestañas.
Y he transformado todo ello en poesía.
La poesía son palabras. Yo soy mis palabras; y las únicas de ellas que he escrito que no son meros trazos hechos a boli, son aquellas con las que te he definido; porque sólo tú has sido real.
Yo soy esas palabras. Y esas palabras son tú.
Yo soy tú.
Y la única persona con la que voy a vivir para siempre es conmigo.
Pero yo soy tú.
Y yo soy amor a mis palabras, pues son yo.
Y mientras exista lo seré.
Y por eso.. por eso te querré para siempre.
Porque mi existencia es querer lo que soy.
 Y yo soy tú.

+ Para siempre es mucho tiempo...


El mito de Menéfides


¡Canta, Verdad, sobre tu enemigo! Solo tú lo conoces... por tu vida pon tu ser en mi voz, y yo seré quien hable.

¿Me has abandonado? Todo cuento toco queda ahora corrompido. Pero deseo contar mi historia, sin velos ni lágrimas. No es mi amor a ti quien me empuja, pues hace tiempo que no queda de el nada, sino mi amor a un ser superior, a una conciencia casi pura, de la que temo por mi maldición haber perdido el favor.

Así pues, con o sin tu consentimiento, contaré mi historia.

Esta es la obertura del fin de mi alma.

Descendía a lo profundo, allí donde los demás pierden sus propias sombras y donde todo es claro, como la luz misma. Fue allí, en el centro de la Tierra, el lugar para el cual la luz de los aplastantes carros de fuego del metro es un ruido lejano y mundano, donde conocí a Menéfides. La desesperación me había postrado a sus pies. No se puede ver allí donde hay demasiada luz, y el trono de Menéfides es como un sol de plata. Su blanca desnudez y sus labios rojos me sedujeron. Ero yo mismo, un Yo superior, era mi conciencia reflejada en un espejo negro y sin sombra. Durante años hice el amor con Menéfides, y el placer no tenía fin. Era una presencia allí donde mi cuerpo estaba. Y aprendí a despertar sus monstruos. Los dioses antiguos cobraron poder, y lo perdió el Dios nuevo. Un usurpador sin gracia, un rey sin consuelo. La ciudad latió con fuerza.

La catedral de metal que había sido mi lugar, se quebró como la madera. Crecieron flores en los barrotes de la barandilla, flores vivas y venenosas. Cubrieron las metálicas flores de hierro. La muerte estaba cerca, al acecho. Triste me doblegué sin consuelo, y probé el sabor de la rosa del infierno.

Menéfides apareció entonces de nuevo, cuando yo ya lo había olvidado, me tendió su mano, y sus azules ojos me miraron con piedad. Me sacó de aquel lugar maldito, la iglesia celeste y vegetal que me prometía la tumba del olvido.

Me abandono allí donde la senda a la ciudad se torna gris. Allí, junto al asfalto, me habló una musa extraña. Era un hombre pelirrojo, con rasgos de lobo. Me habló de un extraño río, y de como las rosas de la catedral vegetal bebían de sus lágrimas. Pero no recordaría hasta tiempo después sus palabras.

La ciudad antigua es reino del innombrable. Allí el poder de Menéfides es infinito. Solo quien se lo ha follado puede ver sus sutilezas. Todo allí es puro engaño. Engaño para el engaño. Pero yo había sido uno con Menéfides.

En las altas paredes de piedra, con mil ángulos en un patrón inimaginable, un mural había cobrado vida. A sus pies se celebró una gran cena, y yo estuve invitado. El banquete era inmenso. Las figuras se inclinaban, deformadas por el fuego de mis propios ojos. Figuras de túnicas blancas y vaqueros apretados.

Entonces un hombre vomitó el cordero ensangrentado que había estado saboreando. Pero, con otra arcada, expulso su mismo estomago, con una más sus pulmones, y por último su corazón. Y allí quedó solo su piel, vacía y sin soporte. Pero entonces me acerqué, y con un cuchillo de la gran mesa la rasgué en dos. Su interior era de oro, un forro tejido en las profundidades de una fabrica septentrional. Se la regalé a uno de los mendigos que se alimentaban las migajas que abandonaban los ricos del banquete y el, vestido con la piel de un traidor, fue devorado por los otros mendigos. Entonces descubrí que mis actos eran todos obra del mismo Menéfides.

Yo estaba maldito. Y la añoranza de sus alboradas mejillas y su cuerpo me hicieron actuar como un hombre sin alma. Sus cabellos oscuros como el pubis de un joven negro, eran todo mi pensamiento. Y sus ojos me taladraban en todos las sombras a las que llegase el azul del cielo. Lo busqué en todos los lugares, recorrí errático pueblos y ciudades. Vagabundo sin excusas, loco de amor febril, perseguí sus huellas y su aliento.

Lo encontré en brazos de una mujer.

Cayeron al mundano río mi alma acompañada de mis lágrimas. En mi habitación me retorcí como un condenado frente al cadalso. La muerte me esperaba. Desnudo en mi cama, reconocí una cicatriz, dejada por la gula del banquete maldito. Me vi morir cada noche al dormir, y cobrar vida al despertar. Fueron mis sueños todo mi anhelo, pues eran obra de Menéfides y era de el todo lo que me quedaba. Como una droga me los inyectaba en todas partes. Tirado junto al tranvía, o en alguna calle escondida. A nadie le importaba en la ciudad. Allí amaban mi cartera y nada más.

¡Me había traicionado! Jamás me amó, todo había sido obra de Menéfides por mi mano. Todos los orgasmos una ilusión, y nuestros cuerpos entrelazados un despropósito sin mi comprensión.

Y estaba maldito. Como en una mujer fértil, su germen había crecido en mi interior. Y brotaron de mis labios enredaderas. Todo era ya el. Y estaba en todas partes.

Y dormí en mil camas, sin encontrar en ninguna la calma.

Entonces recordé a la musa, y decidí descender al río. Lo guardaba un apuesto joven rubio. Tuve que pasar con el toda una noche antes de que me dejase pasar. Pero reconoció en mi la marca de Menéfides que el mismo había recibido. Me abrió las puertas y me acompañó a la orilla. Allí, tranquilo, me dejo beber de sus aguas. Sabían a sal.

Pero yo seguí siendo yo. Me giré al joven, y con voz tenue le pregunté que había ocurrido. Me sonrió con ternura, y me dijo que nada. Los malditos no podían participar de la grandeza del olvido. Para ello requerían algo que Menéfides no podía truncar: la locura. Y la única forma de conseguirla era la ceguera luminoso, el olor hueco y el verde de la absenta. Me dijo que yo debía ser un otro para engañar al dios amargo.

Aquello fue horrible. No quería aceptarlo. No quería volver al gran banquete. Esperé a las orillas del río. Una noche brindé con aquel joven, y de la planta de mi boca comenzaron a salir flores. Aquello era belleza pura. Las reconocí: eran las rosas de la catedral. Así era, pues, como crecían.

Solo unas gotas de alcohol de los labios del joven habían hecho aquello... ¡De que no sería capaz el banquete! Pero tenía miedo. La muerte estaba cerca, y no se apiadaría de los genios. De modo que permanecí entro los guijarros bañados por el río del olvido. Tenía que haber otra manera.

Me acerqué de nuevo al líquido, y hundí mi cabeza en su espuma. De nuevo aquel sabor...

Entonces volvió a mi el recuerdo primordial. ¡Lágrimas! ¡Mis lágrimas!

Aquel descubrimiento me lleno de fuerza. Aquello era el gran río: el eterno llanto de la humanidad... ¡mi humanidad!

Aprendí a hacer que las flores brotaran de estas lagrimas: lagrimas nuevas, flores nuevas. Y me mutilé las muñecas para llorar. Introduje en ellas el cableado binario, y decidí que la única forma de ser olvidado era ser recordado.

Pero no duró esta alegría. De la nada surgió El, con su cuerpo perfecto, su masculinidad y su belleza. Y se reía de mi. Pues el me había creado tal y como era, y como tal iba a morir.

Pues esta es la maldición de Menéfides: El dios de la mentira te otorgará sus dones a cambio de no ser jamás amado. Pues no puedes expresar ya otra cosa que su obra, y nunca a nadie podrás decir ¡Te amo! Y que sea cierto.

A ti, mi Rosa... a ti, que no te amo como amaba a Menéfides, sino de esa otra manera, quiero salvarte de la maldición.

Comprendí que no quedaba alternativa. Me senté entre las flores, y en su olor me masturbé con la luna. Ahora espero a la muerte. Se oye una orquesta lejana... quién sabe.

Ya solo espero morir con un orgasmo en la boca, besándote a ti, Menéfides. Nuestras lenguas entrelazadas y sodomizando a la Verdad...

¡Jodamos una vez más!





Diluvio.

Quise encontrar
en tus manos mis mariposas,
y en tus miedos los mios.
Creí que en tus ojos
se hallaban mis alas
y entre tus vértebras mi camino.
Pensé que bajo tus venas
se dibujaría mi sonrisa
y en tu cintura el tiempo que he perdido.
He intentado ser y crecer sobre tu ombligo,
y derribar el cristal que me separa del mundo
ahora que estoy contigo.

Pero amanezco y me digo:
Ser uno o ser dos da igual
si aún pisamos este mundo frío.
La soledad es soledad
con o sin besos vacíos.
Ser o no ser me da igual sola o contigo.
Porque se masca la tragedia
de que quererte
o no haberte conocido
es lo mismo.

Ahora estoy vivo


Hoy soy un hombre nuevo,
me he encontrado con mis recuerdos
y ahora estoy vivo.

Padre nuestro...

¿Me recuerdas?
Han pasado tantos años...
entonces creía en Dios.
Cuanto he cambiado.

Y sin embargo seguimos siendo tu y yo
bajando la calle, caminando a ninguna parte.

¿Recuerdas aquel beso fallido en las escaleras?
Lo recuerdo como nuestro último viaje en autobús
escuchando a Garfunkel mientras el sol se hundía en el horizonte.

Rubia como el sol, estaba perdido desde el primer día.
Cuanto hemos cambiado.

Me habías calado hondo, me habías golpeado
y estaba sin aliento ¿como decirlo?
Estaba muerto y cansado de mi mismo.

Eso no ha cambiado.

Juegos y secretos, Cambios y cambios
¿Que decir del sol de mayo?
Su luz es blanca, y su sombra dorada.
Pero morirá en un diciembre frío y azulado.

Nos castigaron los seres sin razón
a vivir el olvido de nuestro corazón.
Y todo lo que nos había acercado
nos separó sin ver la electricidad en nuestras manos.

Nos hemos encontrado,
tu, yo y nuestro pasado.
La amistad no muere
de hecho, ahora es más fuerte.

Han caido los telones,
nos vemos,
nos reconocemos.
¿Aleluya?

Nosotros mismos. Ahora. Siempre. ¿Que digo?
En el fondo no nos separamos. Pues pensé en ti todos los días,
en como cambiaste mi vida.



A una lágrima:

Contemplaba yo tiempo atrás el mundo desde el otro lado del cristal; un cristal resquebrajado que distorsionaba la realidad haciéndome ignorarla casi por completo.
Aquello no me preocupaba; si el cristal no me impidiese ver, ya se encargarían mis ojos nublados de llevar  a cabo dicha tarea.
De vez en cuando me acercaba al cristal y el viento de mis bronquios corría a quebrarse contra él, mi dedo dibujaba entonces un corazón irreal sobre ese viento convertido en vaho.
Se estaba bien allí. Hacía frío, y se estaba vacío. Pero no me faltaba tristeza que retratar , lo cual me mantenía distraída casi siempre de lo que había al otro lado del cristal.
Mi mente aceptó como verdad absoluta que en aquel nido cristalizado vacío sólo estaba yo, y que siempre lo estaría.
Y, completamente convencida de ello, ni siquiera me tomé la molestia de girarme para comprobar si efectivamente estaba sola.. o no.

Y así vivía yo. Estar triste me hacía inmensamente feliz.

Pero un día, sin previo aviso (como en la mayoría de los grandes principios) oí cómo el cristal se agrietó con un "crack" de rebotó por todo el nido. Me giré asustada hacia el foco de aquel estruendo y allí estaba.. había alguien más allí; alguien que luchaba por derribar el cristal y salir de allí.

Yo nunca había estado sola. Él tampoco lo había estado.
Pero ninguno lo sabíamos.

[...]

Dicen que hay personas que son como dos gotas de agua.
Nosotros sólo somos dos lágrimas que resbalan por este cristal roto que es nuestra tragedia.


La última conversación de dos ex amantes


(Saludo y conversación banal sin importancia. Hola ¿te has cambiado las gafas? Huy, y que bonito corte de pelo... pero que cejas tan descuidas... Eso no puede ser. Si, bien ¿que tal tú?... etc)

(Me agarra del brazo)

E: Te noto muy fuerte.

S: Pues no será por haber hecho mucho ejercicio. No he practicado nada desde que lo dejamos. ¿Tú has hecho mucho ejercicio?

E: Si, todos los días.

S: Cuanto me alegro.

E: ¿Has desayunado?

S: No. Intento comer lo menos posible. Ya no desayuno...

E: Pues eso no está bien. El desayuno es una comida importantísima. Para rendir bien... (Discurso aburrido digno de una ama de casa que se pasa el día viendo programas del corazón y de salud. No muy lejos de la realidad.)

(Observación: A primera vista, parece muy tranquilo. Pero no estoy seguro de que esté satisfecho sexualmente.)

(Observación: Pantalones negros nuevos y apretados. A estrenar o bien lavados. Sin pelos de su gato. Probablemente la segunda opción. En ambos casos, la reunión de la mañana sería la menor de las causas. No bien abrigado. Probablemente mismas causas, dado que el clima no fue bueno ni ayer ni antes de ayer, de modo que no hay una razón lógica. Además, no está resfriado, por lo que es evidente que salió abrigado a la calle el resto de la semana. O tal vez siga tomando medicamentos después de la enfermedad que pasada semana nos impidió citarnos.)

(Decidimos dirigirnos a un café. La elección era lógica. El trabajó en esta misma cadena.)

(Observación: desconocía la oferta de una Coca-Cola y un croissant. El suele pedir Coca-Cola, de modo que no ha debido ver a sus que siguen trabajando para la cadena desde hace tiempo o no ha sido en al hora del desayuno. Improbable, dado que es el horario más lógico para el.)

(Una vez sentados...)

S: Toma, no quiero que me pagues el desayuno.

E: (Guardándolo en su cartera nueva. Probablemente regalo de navidad. Hermana o compañero de piso. O el mismo. Difícil de saber. Conjuntada con su abrigo. Probablemente, última opción.) Que raro eres.

S: Si. Sobre todo por porque bien pensado, te invité a una cena.

E: ¿A una cena?

S: Si, el día que fuiste al cuarto de baño y al volver te encontraste soltero y con la mesa pagada. (Observación: curiosa metáfora)

E: Lo recuerdo perfectamente. Me dolió bastante (Observación: Improbable). Me lo hiciste pasar muy mal... (Monologo inevitable, aburrido y egocéntrico. Frases gramaticalmente mal construidas. No demasiado acento. Es probable que su hermana siga de viaje.).

S: Si, Todo por aquel mensaje en tú móvil. ¿Vas ha explicarme quien y por que te lo envió?

E: Solo hablas del pasado. Yo no hablo más del pasado (curiosa afirmación después de su monologo).

S: Hablo de la verdad. Quiero saber la vedad.

(Observación: Una mendiga alcohólica es expulsada del local por la policía, a su vez alertada por una de las camareras. Esta insiste en no tocar en ningún momento a la mendiga. Puesto que a E. Esto le resulta extraño deduzco que en este café céntrico son más frecuentes esta clase de altercados, en las que el mendigo/alcohólico/loco/desempleado-sin-recursos puede gritar con facilidad ¡agresión! A la mínima que se le ponga la mano encima, causando problemas a la empresa.)

E: Ya la sabes.

S: Sabes que se que no la se.

E: No.

S: Como quieras. ¿Cual crees que es la razón de que estemos aquí?

E: No se.

S: pues en primer lugar, que quería saber al verdad. Para mi la verdad es muy importante. No pienso nunca en otra cosa. Y en segundo lugar, quería comprobar que estabas bien.

E: ¿Que estoy bien?

S: Si. No lo entiendes. Nunca me entendiste. Nunca entendiste nada.

E: Tú decidiste dejarlo.

S: Tampoco entendiste esa decisión. Y nunca la entenderás. Soy un chico que carece de belleza en cualquier aspecto, del físico a la personalidad. Las relaciones implican un intercambió. Yo no ta daba nada, y te quité demasiado. Merecías al menos algo a cambio.

E: ¿Que me quitaste?

S: Tiempo. Pero voy a darte algo a cambio.

E: ¿El que?

S: ¿Cual es la única razón que se te ocurre para que yo esté vivo? Que el suicidio impediría que la gente me olvidase. Quiero que el mundo me olvide. La única forma de hacerlo es morir en vida.

E: ¿Es esta otra de tus estupideces? Tu mente es retorcida. Como antes, cuando has dicho lo del ejercicio... Yo hablaba del gim...

S: Todo es bastante estúpido. Y con lo del ejercicio  aunque hables del gim... seguro que alguna vez a ocurrido allí de todos modos hablamos de lo mismo. Pero no quiero quitarte más tiempo.

E: ¿Ya te vas?

S: Por supuesto.

E: Pero salimos juntos ¿no? Acompáñame un segundo al baño...

S: Vale.

(Observación: Jamás he tenido oportunidad de comprobar que convención social seguir cuando una persona te pide que la acompañes al baño. Por precaución, permanezco de píe sin moverme a dos metros de la puerta del curto de baño.)

(Observación: Gesto de decepción al ver que espero fuera del cuarto de baño.)

(Al regresar a la puerta, me agarra de nuevo del brazo, con un ligero suspiro, y veo que va a susurrarme algo. Me suelto con un gesto enérgico. Observación: pupilas dilatadas)

(Salimos del local. El tiene que descender la calle. A mi la boca del metro me pilla al lado. Diez pasos para abandonar un nuevo cielo y sumergirme en el infierno de la soledad. Tengo una última oportunidad. Podría reconciliarme con el. Tendría otra vez compañía, sexo, su besos, sus abrazos, su gato... todo como antes. Como si nada hubiera pasado. Sería de nuevo feliz. Otra vez con novio, sin esta deprimente soltería. Solo eso. Será como inyectarse una droga, como tomar una pastilla de anestesia. Solo tengo que decir lo que cualquier otro diría. Es fácil.)

(Pero soy yo.)

S: Adiós, E. Deseo que tengas todo el éxito que yo no voy a tener, y que folles con todos los chicos con los que jamas voy a estar.

E: ¿Que te crees, que soy una puta? Me cuesta encontrar chicos buenos.

S: Pues si te digo a mí...




Oblivión


Júrame que te conocía. Y que eramos amigos. Júrame que me oíste clamar en la oscuridad, que no oliste la podredumbre en mi aliento, y el fuego de la locura en mis ojos. Júrame que no vomitaste al mirarme, que no hablaste a mis espaldas y sentiste mi dolor.

No era tan difícil :¿No te era más fácil ignorarme?

Tal vez fue mi culpa, pero te brindé mil veces la oportunidad de beber del Oblivión, y vivir feliz sin mi.

Ahora, “amigo”, te dejo morir una vez más. No me hables. Cayeron los artificios, muertas están las mentiras.

Bebe del Oblivión.

¿No lo ves? No puedo dejar de ser yo. No puedo arrancarme la piel.

Bebe del Oblivión.

Jamás me cambiarás. Y lo que me hiciste conocer...

Bebe del Oblivión.

Cada palabra mía fue un aguijón. Lo se. Me equivoqué. Jamás debí decir lo que dije.

Bebe del Oblivión.

No leerás estos versos. Será así:

Bebe del Oblivión.

Te recordaré siempre. Pero tú puedes olvidarme. Y lo harás..

Bebe del Oblivión.

Es el precio, tu alma por tu cuerpo. Así sea. Pero dame por muerto.

Bebe del Oblivión.

Sumerge tu ser en sus aguas. Piérdete en su corriente. No me encontrás en la nueva vida. Tu vida. Dejame en mi muerte. Dejame en el fuego del averno. Sufriendo, es mi castigo.

Lo siento. Tú... mi hermano. Olvidame. Bebe del Oblivión.




El Vampiro


Y entre el humo de obscuro verde
en la primera cama de la noche
alzo el canto poderoso del llanto
de un placer sombrío y desesperado.

Alzando un cuerpo blanco
fino quebradizo y blando
araño las sabanas
y mancho mis zapatos...

...con el barro de mil parques
entre bancos y zarzales
sin prisa, con desesperada calma
de coche en coche, de cama en cama.

Solo en mi rincón
con lagrimas, mis lagrimas
y esas lagrimas rosadas
desangro una vida con engaño.

Y con el maquillaje
corrido, corriendo abajo
del corredor al sótano,
temblando, extasiado...

...vuelvo a la tumba
con sabor de sangre,
de tristeza roja...
muerto de hambre.


Am[arte].

Te adheriste a mis peldaños,
que son ruinas acrílicas;
tinta resquebrajada,
pinceladas metafísicas.

No penetraste ni una de mis líneas
que rasgaban el pliego de mis papiros,
te acercaste a mis cuadernos
y no oíste mis suspiros.

No asimilas el arte que es amarte,
ni el por qué tú eres mis versos.
¿No te duelen los labios
cuando rimo tus besos?

Sigue brillando
desde tu desconocimiento,
yo me encargaré
de convertirte en pincelada;
aunque cuando te observes
en mi obra de arte
sé que sólo verás NADA.

Reencarnación de mi alma en rima.

Encontré sus lápices
entre tus poesías,
y me di cuenta
de que yo ya no era tu musa.

Me abracé a tus versos
y, por primera vez,
cubierta de ellos
me sentí desnuda.

Lloré.

Lloré por haberte perdido,
por haber fracasado
en mi intento
de existir contigo.

Y lágrimas negras cayeron
de mi ser hacia un cuaderno,
donde intenté resucitarte
entre los versos más bellos.

Me faltaron palabras,
me sobró existencia;
y sólo la tinta roja de mis muñecas
logró escribirte entre un par de letras.

Allí estabas otra vez;
cada delicada vocal
al final de una frase
rozaba tu tez.

Fuiste la cómplice poesía
de mi muerte más fría;
de la reencarnación
de mi alma en rima.

Fuiste mi última musa,
la definitiva,
la que puso el punto final
a mi negra poesía.



¿Y ahora qué?


Todos esos dibujos...
Y piensas:
“¿Ahora qué?”
Desastre, desesperación,
cada día
igual al anterior,
monotonía:
cielo gris, calles negras,
¿Que está ocurriendo
ahí fuera?
Salgo a la luz
y me doy cuenta
de que nada sirve
de que todo vale
de que no se
si seré recordado,
ni me importa.

No me casaré jamas
ni con hombre ni con arte.


Todo lo haré con un objetivo
no ser nada:
monotonía,
calles grises cielo negro,
nada más que el silencio,
nada más que el vacío,
justo aquí,
nadie conmigo,
más que yo mismo.


Lejos de la Rosa



Lejos,
lejos del rosa,
tú, mi rosa,
lejos de la rosa,
entre la violeta y el geranio,
tú, clavel ensangrentado,
en mi recuerdo azulado,
hortensia, melancolía de un verano,
junto al mar jazmín, regalado,
alegre como un tulipán,
rey tulipán
en mis ojos de niño...
ahora
lejos, lejos de mi rosa,
tú mi rosa,
lejos,
lejos entre siemprevivas,
lejos de la rosa rosa.






El poeta de la Musa.

Quedó la musa enamorada
de los ojos del poeta;
pintó lágrimas en ellos
y versos en su libreta.


En un ángulo de la cama
la dulce lira vivía;
la retrataba cada noche
en forma de poesía.

Una noche, abierta la ventana,
ella se asomó, vio las estrellas;
voló libre hacia la luna
queriendo dormir entre ellas.


Lloró triste el escritor
hasta la madrugada.
Su inspiración había huído,
no le quedaba nada.

Comenzó entonces cada noche
a escribir mirando al cielo;
oscuridad y nostalgia
mezcladas en el tintero.


Y escribió los más bellos poemas
mirando la luna y su blancura,
añorando, sin saber,
que sentada sobre ella dormía su musa.


La Muerte Toca El Violín






Toca la Muerte el Violín,
y no es siempre triste su canción.
Es un baile sin fin
al compás de un reloj.

Es una Danza macabra,
de tono desenfrenado,
en la que tocan todos los músicos,
en la que todo poeta canta.

¿Que pintor no la retrata?
¿Que actor no la interpreta?
¿que escultor no ve en cada cabeza,
una simple calavera?

Nadie pude pretender vivir,
sin escucharla en cada rincón.
Yo siempre la sentí
en lo profundo del corazón.

Es más fácil así,
con el oído en nuestro sino,
ser feliz
y disfrutar nuestro camino.