Despedida.

Se acabó la poesía.
Se acabó porque dejo de existir.
Dejo de ser Rose Lowell, dejo de ser poetisa.
Dejo de mirar la luna con estos ojos, y de hablar con estos labios. Dejo  de sentirme triste.
Dejo de viajar en metro. Dejo de leer "La deshumanización del arte"; y de pasar dos de cada tres noches en vela.
Dejo de dibujar y de escuchar a Patrick Wolf. Dejo de ser amiga de mis amigos.
Se acabaron los paseos por Madrid, y la alergia en primavera.
Por supuesto, no habrá más dolor en mis costillas, ni más griestas en mis manos.

Se acabó ser quien soy.
Se acabó ser yo y mis circunstancias.

Ahora, yo seré la luna, y las palabras. Seré la tristeza misma.
Seré el vagón de metro y sus gusanos. Seré arte deshumanizado, y el insomnio en estado puro.
Seré un dibujo a carboncillo (muy oscuro); seré Oblivión. Seré amistad.
Seré Madrid y la primavera.
Seré dolor, seré una grieta.


Porque yo soy tú; y tú ya no eres:
Yo ya no soy.




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