Quedó la musa enamorada
de los ojos del poeta;
pintó lágrimas en ellos
y versos en su libreta.
En un ángulo de la cama
la dulce lira vivía;
la retrataba cada noche
en forma de poesía.
Una noche, abierta la ventana,
ella se asomó, vio las estrellas;
voló libre hacia la luna
queriendo dormir entre ellas.
Lloró triste el escritor
hasta la madrugada.
Su inspiración había huído,
no le quedaba nada.
Comenzó entonces cada noche
a escribir mirando al cielo;
oscuridad y nostalgia
mezcladas en el tintero.
Y escribió los más bellos poemas
mirando la luna y su blancura,
añorando, sin saber,
que sentada sobre ella dormía su musa.
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